La vida sale a mi encuentro

Estuve un poco cabizbajo por muchas situaciones personales, en particular, de no saber que me espera más allá de mis propias posibilidades. Decidí salir de casa rumbo al parque para poder respirar aire y despejar mi corazón de tantas idas y vueltas. En tanto, una amiga me escribió para conversar sobre temas variados, y como estuve inspirado le envié una voice note de 14 min, un poco más y se convierte en un podcast sobre vida comunitaria, decisiones y prioridades. Terminado lo anterior volví a mi realidad y empecé a escuchar una canción de aquellas que arropan mi corazón (Descubrirte- Rodrigo Salas Zorrilla). Cada vez que escucho los temas de este artista argentino cierro los ojos y retrocedo a mi niñez donde mi madre me cantaba canciones de cuna para calmar mi llanto. En definitiva, esa composición de lugar me calienta el alma. Entre tanto pensar y vaciarme poco a poco de lo que ya esta vetusto en mi interior empecé a sentir calma, paz y que todo mi alrededor hacía silencio. De pronto y sin esperármelo, sentí un impacto en mi pierna, al hacerme consciente de la situación observé que aquello que había colisionado conmigo fue un niño en su scooter llamado "Dembelé", por cierto, un nombre bastante curioso y mucho más aún, entre risas, sentí que prácticamente la vida salió a mi encuentro jajaja. Luego del impacto el niño no se puso a llorar, levantó la mirada con sus pequeños ojos llorosos y me miró esperando quizás una caricia como las que nos hacían nuestros padres cuando trastabillamos con algún objeto. Puse mi mano suavemente encima de su cabeza y le pregunté: ¿Te encuentras bien? No obtuve ninguna respuesta más que una mirada y el sonido del esnifado para contener sus lágrimas, tomó aire y salió nuevamente en su scooter. Este fortuita colisión y lo contemplado me dejó mociones, y me hizo pensar que muchas veces aguantamos nuestras lágrimas para no parecer débiles ante los demás o la de hacernos percibir como los más fuertes para que nuestros similares no se preocupen. Adicionalmente, la actitud del pequeño "Dembelé" también me hizo reflexionar e ir en retrospectiva porque creo que, con el paso del tiempo nosotros los adultos cuando nos topamos con alguna barrera aparentemente infranqueable preferimos quedarnos aislados, echamos raíces y dejamos que la incertidumbre nos consuma. Resulta ser, que una vez que te dejas abrazar por la compañera incertidumbre no es cosa que merezca poca atención y es menester nuestro buscar ayuda. También ha surgido en mi la siguiente pregunta: ¿El paso del tiempo y las diversas aristas de la vida en la cual estamos incluidos nos vuelven adultos más reacios a la resiliencia? Percibo que en los niños la capacidad de ser resilientes es innata pero que con el pasar del tiempo se va desgastando. También resuena mucho en mi interior que sería favorable para nosotros alinear nuestra mirada desde la perspectiva de los niños en lo que respecta el sortear las dificultades de la vida y abrazar con cariño todo el aprendizaje que cada situación trae consigo. 

Agradezco con toda mi historia personal el recibir estas mociones.




 

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